Sentada en una butaca incomoda,
mirando a los demás sin mirarlos,
escuchando susurros que encierran autores de la literatura mundial;
me duele la espalda,
por la mala posición
y nace el deseo de escribir,
ese deseo que llega de repente,
ganas de que las palabras se escapen
y entre ellas este tu nombre,
sin punto final,
sin espacios.
Retomo la postura,
trato de poner atención;
ahora, hablan de guerra
y no se porque, se escapa la palabra amor,
y vuelve tu nombre,
tu rostro,
ese, que ya no recuerdo a detalle.
Algo cae de mi butaca,
despierto y solo sonrió,
de esas sonrisas que encierran melancolía
y el que esta delante, me devuelve la sonrisa
y me dice con la mirada:
Deja ya,
esas palabras que se escapan.
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