domingo, 30 de enero de 2011

Una taza...

Es un día de esos en los que tus expectativas no son lo suficientemente buenas, así que el despertador suena y lo único que deseas es levantarte de la cama, comer algo, darte un baño y ponerte ropa cómoda para así volver una vez mas a la cama.

Y así lo hice, entre películas, libros, series, galletas, un cigarro, papas, agua y un café caliente (extremadamente dulce al parecer de alguien más)

Mientras lo saboreaba y pasaba ese sabor tan peculiar del café por mi garganta, observe esa leyenda: “Gracias a ti, soy inmensamente feliz”, esa es la leyenda de una taza con un monito bastante curioso; sé bien que la taza es mía, y sé también que alguien me la ha regalado, lo irónico de esto es que no recuerdo quien ha sido, y por un momento he pensado que eso es malo.

Supongo que con la persona que me la obsequio, teníamos sentimientos encontrados y compartidos, por la curiosa leyenda, sin embargo, no logro recordar quien me ha dado esta taza de la cual bebo mientras escribo.

Es evidente que los sentimientos encontrados y compartidos se esfumaron y que ahora lo único que me une a esa persona que no tiene rostro en mi memoria, es una taza. Increíblemente esa leyenda que pareciera ser muy cursi y trillada me hace sonreír, porque con tal solo seis palabras se expresa lo que puede contener, que en este caso es café, y que en mi caso es…

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